Después de más de un cuarto de siglo de Gobierno del
PP Castilla y León, nuestra Comunidad languidece día a día. Amplias zonas de
Zamora, Salamanca, León y Palencia son auténticos desiertos. No vive nadie, o
casi nadie. Pueblos abandonados y, con ello, su patrimonio cultural y
medioambiental. Pérdida de costumbres y tradiciones que se han ido trasladando
de generación a generación.
Segovia no es ajena al problema. Comarcas como las
de Ayllón o Santa María de Nieva dan buena prueba de ello. A ello se une el
envejecimiento de la población de sus habitantes y el éxodo juvenil de otras
amplias zonas de la provincia, al igual que ocurre en el resto de provincias de
Castilla y León. En definitiva, es una situación que debiera haberse convertido
desde hace tiempo en una ‘cuestión de Estado’ para las instituciones y
políticos de nuestra Comunidad, y en especial para la Junta de Castilla y León
y el Gobierno de España.
La despoblación de la Comunidad alcanza un nivel
alarmante. La población ha caído en 11.000 personas en los seis primeros meses
del año anterior, pero las proyecciones para los próximos son peores. Los
jóvenes activos de entre 18 y 35 años han disminuido un 4,5 por ciento en un
año, según la Encuesta de Población Activa (Epa). El éxodo juvenil es una
realidad. Castilla y León no tiene futuro para sus jóvenes.
Falta tejido industrial. Nuestra cultura
conservadora no ha generado grandes empresarios. Castilla y León es tierra de
funcionarios más que de emprendedores. Pero, además, la crisis está haciendo
mella. En el último año se han perdido 1.100 empresas en esta tierra, el 1,5
por ciento de la red de empresas. Disponemos de un tejido industrial débil, un
sector básico para mover nuestra economía. Prueba de ello es que el Índice de Producción
Industrial (IPI), que mide la actividad de productos industriales de todos los
sectores, excepto la construcción, ha disminuido un 2,2 por ciento en el último
año. Y el PIB un dos por ciento. En esta situación es muy difícil crear riqueza
y empleo.
Es absolutamente necesario buscar y proponer
soluciones reales a estos problemas, en lugar de utilizar la continua
propaganda y la música celestial con las que los populares tratan de tapar la
cruda realidad. El Gobierno autonómico, en especial, como principal motor
político de la Comunidad, pero también el Gobierno nacional, han de incorporar
estos asuntos en la agenda política, para que puedan ser analizados en
profundidad y formen parte del debate parlamentario, como cuestiones
prioritarias que son para garantizar el futuro y bienestar de los pobladores de
Castilla y León.
Si otros pueblos de España, como Cataluña, País Vaso
o incluso Galicia, hubiesen tenido estos problemas, no tengan ustedes ninguna
duda de que hubiesen puesto el ‘grito en el cielo’, y la solidaridad del resto
de Estado se hubiese no reclamado, sino exigido. No es necesario ser
nacionalista para defender con ahínco lo que destruye nuestras raíces.
El PP no debe perder más tiempo, después de estar en
el Gobierno de la Junta
de Castilla y León durante más de un cuarto de siglo, y debe tratar la
despoblación, el éxodo juvenil y el tejido industrial de la Comunidad Autónoma
como ‘cuestión de Estado’; y el Gobierno de Rajoy, colocar estos temas como
prioridades a las que buscar soluciones.
Mucho nos tememos que, lejos de esto, la Convención Nacional
del PP solo va a servir para la propia propaganda y el autobombo a los que nos
tiene acostumbrados. Es una gran oportunidad para impulsar en la agenda
política los problemas que afectan gravemente a esta Comunidad. El PP tiene una
deuda con Castilla y León, tras la confianza que después de 25 años le vienen
ofreciendo sus ciudadanos: generar futuro. Lo que no ha hecho hasta el momento.
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