sábado, 26 de enero de 2019

Venezuela democrática, sin sangre


Venezuela está atravesando uno de los momentos más difíciles de su historia reciente. Los tres meses de protesta en 2017, tras la usurpación de funciones por parte del ‘Gobierno Maduro’ a la Asamblea Nacional y la apertura de un proceso constituyente, se saldaron con 150 muertos. Ahora, tras la autoproclamación como presidente de la República del presidente de la Asamblea Nacional, el opositor al régimen JuanGuaidó, las multitudinarias protestas callejeras se han saldado, hasta el momento, con 26 muertes. La situación es muy delicada, y si no se gestiona adecuadamente puede terminar en un baño de sangre, algo de lo que siempre nos ha advertido José Luis Rodríguez Zapatero. Tenemos la obligación de evitarlo.

El populismo bolivariano de Chaves y después de su sucesor, Maduro, han llevado a Venezuela a una situación caótica. Se ha producido un colapso económico, en el que una amplia mayoría de la población tiene enormes dificultades para satisfacer las necesidades básicas y muchos venezolanos se han visto obligados a huir a Colombia y otros países sudamericanos principalmente. En materia de libertades y derechos, la Venezuela bolivariana se aproxima más a una dictadura de corte populista que a una democracia occidental, más que les pese -ya parece que menos- a sus seguidores doctrinales de Podemos en nuestro país. Todos los mediadores para revertir la situación han fracasado en su intento. Así le ocurrió a Felipe González y a Zapatero. Y todo indica que la influencia que viene ejerciendo EEUU en el continente  sudamericano puede tener sus efectos en la situación política venezolana. Lo que no ha sido capaz de alcanzar la diplomacia europea lo puede alcanzar Trump, eso sí, a su manera. Cueste lo que cueste, incluida la acción virulenta con sus letales efectos.

La autoproclamación de Guaidó ha venido precedida del empuje del vicepresidente de los EEUU, el Sr. Pence, quien animó a la oposición a intervenir a través de una columna en ‘The Wall Street Journal’. Una vez proclamada, aprovechando la fecha del aniversario de la instauración de la democracia tras la caída de la dictadura de Marcos Pérez en 1954, el presidente americano brindó su apoyo incondicional y reconocimiento al líder opositor. A la vez que ha recordado que “no estamos considerando nada, pero todas las opciones están sobre la mesa”. Blanco y en botella. El resto de los países de América Latina no han tardado en seguirle. Todos salvo México. La reivindicación legítima de los venezolanos para recuperar la democracia y restablecer sus libertades, como es la petición de elecciones democráticas y un Gobierno de transición, ha sido aprovechada por Trump para extender sus tentáculos de poder despreciando el concierto internacional. Estamos ante un “golpe blando”. No olvidemos que el poder militar en Venezuela, de momento, lo tiene Maduro, y según su cúpula militar el ejército le proporciona un apoyo incondicional. La solución americana carece de la sensatez debida y tiene un factor de riesgo elevado si no se realiza de una forma concertada con los diferentes países y bloque políticos vinculados de una forma u otra con Venezuela.

La UE ha apostado por evitar el “baño de sangre”. A pesar de las diferentes posiciones, se ha impuesto la sensatez. El comunicado señalaba que “la UE pide con fuerza el inmediato comienzo de un proceso político que lleve a unas elecciones libres y creíbles, de acuerdo con el orden constitucional”, a la vez que reclama a las autoridades venezolanas que eviten el uso excesivo de la fuerza y garantice la seguridad de todos los miembros de la Asamblea. Todo un ejemplo al mundo que se ha de complementar con una acción diplomática activa para encauzar lo antes posible la celebración de elecciones libres. Lo primordial es buscar una acción concertada internacional, con EEUU y países de América Latina, para buscar una salida  democrática en Venezuela.

Ante este problema vuelve a contrastar, una vez más, la posición del líder del PP, el Sr. Casado. No desaprovecha una para lo que él considera “hacer política”, que no es otra cosa que atacar al contrario y situarse en la posición más extrema posible en el marco de su escalada electoralista. Sus declaraciones ponen en entredicho su sensibilidad democrática y su aptitud para ocupar el puesto de líder de la oposición. Y, sobre todo, su falta de respeto al pueblo venezolano, en un momento en el que se requiere más templanza que nunca y sobre todo sensatez con luces largas. De lo contrario, el riesgo de un final sangriento será muy alto. Venezuela tiene que revertir su régimen y celebrar elecciones libres cuanto antes, pero tiene que evitar una transición cruenta, aunque a Trump le dé igual lo que pase con tal de extender sus tentáculos. 



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