El marco político
de la mayor parte de los Estados occidentales viene definido por la democracia representativa bicameral y una Jefatura del Estado bien en forma de monarquía o
república. En el plano económico la economía del mercado se manifiesta con
pleno respeto a las reglas del capitalismo, con más o menos regulación del
mercado. El sistema de economía central planificada ha pasado a la historia
como reliquia. Corea del Norte y Cuba constituyen su representación más significativa,
y en menor medida Venezuela, que goza de un control cuasi exclusivo de la
economía por parte del Gobierno.
Las economías de
mercado de los diferentes gobiernos no son ajenas al proceso de globalización, que
se inició con mucha intensidad en la década de los 90 con el desarrollo de las
tecnologías de la información y la comunicación –TIC-y la mejora del
transporte. La economía abierta es una seña de identidad de los países
avanzados. Ninguna acción de gobierno puede ser ajena a esta nueva variable, donde
la competitividad y productividad de las empresas son determinantes para la
generación de riqueza y bienestar entre sus ciudadanos.
La oferta de acción
política de los diferentes partidos políticos en cada uno de los Estados puede
tener múltiples manifestaciones. Desde la extrema derecha a la extrema
izquierda. Pero una cosa es la oferta y otra, la gestión. Los partidos que
sustentan la acción de gobierno tienen restringida su acción política, al menos
en el plano económico. Las alegrías en el endeudamiento y el déficit, como
variables que sintetizan la acción económica de gobierno que se traduce en una
renta per cápita, se pagan. Y, por desgracia, lo acaban pagando los más
desfavorecidos.
Hoy en España han
proliferado diversos partidos de derecha, centro e izquierda, que incluso ellos
se autocatalogan en el grupo que más les interesa de cara al electorado. Así
contamos con el PP, C´s; UPyD, PSOE, Podemos e IU. El bipartidismo, según las
últimas encuestas del CIS, se ha roto. Otra cuestión es cuál sería su gestión.
El libre mercado
con un nivel de regulación estatal baja y una presencia mayoritaria de la
empresa privada en la gestión de la actividad económica y del Estado del
Bienestar configura las señas de identidad de las fuerzas de derechas. En el
panorama político español, este perfil les corresponde a PP y C´s, al menos así
se desprende del contenido de sus programas. Son dos fueras políticas que
comparten la misma lógica con independencia de su puesta en escena.
UPyD es un partido
que comparte el modelo social de los partidos de izquierda y en la acción
económica un modelo más liberal. Si algún día gobernase, en caso de dar
preferencia al reparto de la riqueza vía Estado del Bienestar convergería con
la izquierda real.
El PSOE es un
partido que representa la socialdemocracia. Respeta las reglas de estabilidad
presupuestaria y reparte riqueza vía impuestos a través de los mecanismos del
Estado del Bienestar. A diferencia de Podemos e IU –ahora Unidad Popular-, que
en sus programas económicos se refleja un incumplimiento claro de las
restricciones presupuestarias asociadas al Plan de Estabilidad económica que
marca Europa. Esta deriva hace que gran parte de su contenido en materia de
bienestar social sea inviable. En caso de gobernar, se producirían las mismas
tensiones que en Grecia con el primer Gobierno de Syriza. Para una opción
realista de gobierno debieran converger con el planteamiento de gestión
socialdemócrata del PSOE.
En los países con
una alta tradición democrática, convergen en su lógica de acción de gobierno en
dos partidos –conservador y socialdemócrata-, o como mucho en un tercero,
liberal. En EEUU ocurre lo mismo; tras una larga experiencia, siempre convergen
dos opciones políticas, republicanos y demócratas, con periodos más o menos
prolongados de gobierno según la aceptación popular.
En España, más
antes que después, ocurrirá lo mismo. No hay espacio para partidos políticos
que son miméticos, o una acción populista, demagógica y oportunista sólo para
desplazar a otro partido y disputar su opción política. En un país maduro, la
convergencia política antes o después llega. Sólo la opción de gobierno acaba
siendo valorada por los ciudadanos en el medio plazo. El oportunismo político
es coyuntural, no estructural.
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