sábado, 19 de diciembre de 2015

Convergencia política



El marco político de la mayor parte de los Estados occidentales viene definido por la democracia representativa bicameral y una Jefatura del Estado bien en forma de monarquía o república. En el plano económico la economía del mercado se manifiesta con pleno respeto a las reglas del capitalismo, con más o menos regulación del mercado. El sistema de economía central planificada ha pasado a la historia como reliquia. Corea del Norte y Cuba constituyen su representación más significativa, y en menor medida Venezuela, que goza de un control cuasi exclusivo de la economía por parte del Gobierno.

Las economías de mercado de los diferentes gobiernos no son ajenas al proceso de globalización, que se inició con mucha intensidad en la década de los 90 con el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación –TIC-y la mejora del transporte. La economía abierta es una seña de identidad de los países avanzados. Ninguna acción de gobierno puede ser ajena a esta nueva variable, donde la competitividad y productividad de las empresas son determinantes para la generación de riqueza y bienestar entre sus ciudadanos. 

La oferta de acción política de los diferentes partidos políticos en cada uno de los Estados puede tener múltiples manifestaciones. Desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Pero una cosa es la oferta y otra, la gestión. Los partidos que sustentan la acción de gobierno tienen restringida su acción política, al menos en el plano económico. Las alegrías en el endeudamiento y el déficit, como variables que sintetizan la acción económica de gobierno que se traduce en una renta per cápita, se pagan. Y, por desgracia, lo acaban pagando los más desfavorecidos.

Hoy en España han proliferado diversos partidos de derecha, centro e izquierda, que incluso ellos se autocatalogan en el grupo que más les interesa de cara al electorado. Así contamos con el PP, C´s; UPyD, PSOE, Podemos e IU. El bipartidismo, según las últimas encuestas del CIS, se ha roto. Otra cuestión es cuál sería su gestión.

El libre mercado con un nivel de regulación estatal baja y una presencia mayoritaria de la empresa privada en la gestión de la actividad económica y del Estado del Bienestar configura las señas de identidad de las fuerzas de derechas. En el panorama político español, este perfil les corresponde a PP y C´s, al menos así se desprende del contenido de sus programas. Son dos fueras políticas que comparten la misma lógica con independencia de su puesta en escena.

UPyD es un partido que comparte el modelo social de los partidos de izquierda y en la acción económica un modelo más liberal. Si algún día gobernase, en caso de dar preferencia al reparto de la riqueza vía Estado del Bienestar convergería con la izquierda real.

El PSOE es un partido que representa la socialdemocracia. Respeta las reglas de estabilidad presupuestaria y reparte riqueza vía impuestos a través de los mecanismos del Estado del Bienestar. A diferencia de Podemos e IU –ahora Unidad Popular-, que en sus programas económicos se refleja un incumplimiento claro de las restricciones presupuestarias asociadas al Plan de Estabilidad económica que marca Europa. Esta deriva hace que gran parte de su contenido en materia de bienestar social sea inviable. En caso de gobernar, se producirían las mismas tensiones que en Grecia con el primer Gobierno de Syriza. Para una opción realista de gobierno debieran converger con el planteamiento de gestión socialdemócrata del PSOE.

En los países con una alta tradición democrática, convergen en su lógica de acción de gobierno en dos partidos –conservador y socialdemócrata-, o como mucho en un tercero, liberal. En EEUU ocurre lo mismo; tras una larga experiencia, siempre convergen dos opciones políticas, republicanos y demócratas, con periodos más o menos prolongados de gobierno según la aceptación popular. 

En España, más antes que después, ocurrirá lo mismo. No hay espacio para partidos políticos que son miméticos, o una acción populista, demagógica y oportunista sólo para desplazar a otro partido y disputar su opción política. En un país maduro, la convergencia política antes o después llega. Sólo la opción de gobierno acaba siendo valorada por los ciudadanos en el medio plazo. El oportunismo político es coyuntural, no estructural.                


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