lunes, 8 de enero de 2018

Nieve: caos, pánico y bienestar



El reciente temporal de nieve que hemos sufrido los segovianos en Reyes y el día posterior nos ha creado tensión y pánico, en algún caso, ante el sufrimiento de personas conocidas y allegados que habían quedado atrapados en las carreteras, pero también la percepción de caos ante la actuación de las administraciones, al menos por la información que trasladaban y el nerviosismo que traducían. La naturaleza siempre gana, y casi nunca es posible alcanzar lo imposible, pero este episodio de nieve, de fuerte nevada, también tiene su efecto positivo. Me atrevo a decir que muy positivo, muy por encima de los problemas que pueda haber generado: con la situación del temporal vivido se pone fin y se remedia la tremenda sequía que veníamos padeciendo y cuyos efectos, en caso de persistir, podían ser devastadores. No hay mal que por bien no venga, y éste ha sido de los grandes. No sólo vamos a llenar los pantanos y los acuíferos, sino que nos vamos a quedar hasta la primavera con un enorme depósito de agua en las cumbres.

La nieve no nos ha llegado por sorpresa. Las sofisticadas predicciones meteorológicas nos habían anunciado por zonas y días las posibles cotas de nieve que se iban acumular: 15 centímetros la noche de Reyes, 40 centímetros el día de Reyes... No se han alejado mucho de la realidad, visto lo visto. Todos éramos conscientes del problema, y hasta nos alegrábamos por el agua que podía traer, y los responsables de vialidad invernal, en cada ámbito territorial e institucional, debían saber que para esos días sus deberes tendrán que estar hechos y en regla. Otra cuestión es que se disponga y compense disponer de los medios suficientes y acometer el gasto para dar respuesta a un problema que se prolonga históricamente, como mucho, tres días, sobre todo en el medio rural; no así en las carreteras con gran intensidad de tráfico y en los grandes núcleos urbanos.     
    
El mayor problema se ha suscitado en la AP-6, AP-61 y AP-51 donde han quedado atrapados cerca de 3.500 vehículos, según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), y todas ellas bajo la gestión directa de Iberpistas -Grupo Abertis-, y la supervisión del Ministerio de Fomento. La ciudad también ha presentado problemas y sobre todo esa mayoría silenciosa de pueblos que conforman la provincia y la red vial que les une, los grandes sacrificados, como siempre en estos casos. El problema cristaliza en la tarde de Reyes a partir de las 20:00 horas de la tarde, ante la persistente nevada que se viene produciendo desde la noche del día anterior, jueves. Desde el primer momento han estado al pie del cañón en el ámbito local los alcaldes y concejales que no han tenido problemas una vez más en subirse al tractor, a la máquina quitanieves con algún operario y desarrollar un arduo y sacrificado trabajo. Una actitud envidiable y digna de reconocimiento, que sus vecinos deben agradecer. Ellos pueden llegar hasta donde pueden. La Diputación cuenta con unos recursos limitados y dar servicio a los 208 municipios de la provincia y a la amplia red de carreteras provincial requiere de un planteamiento muy diferente y tener la voluntad de aplicar una ingente cantidad de recursos. Una decisión que ha de ser meditada y evaluada, sobre todo en términos de coste de oportunidad ante otras opciones.

El problema de las autopistas requiere una valoración específica. Por razones personales, tuve la oportunidad de hacer una evaluación muy directa de la AP-61 entre Segovia y San Rafael, desde las 15:30 horas hasta las 18:00 horas, también en sentido inverso. A los mantenedores les pilló el toro. Las imágenes de las 17:25 horas ya eran premonitorias en la confluencia con la AP-6 de que se les podía llegar a colapsar. A pesar de que la nevada era progresiva el mantenimiento no lo fue, como así se constata en las imágenes disponibles. El paso de máquinas quitanieves en ambos sentido cada 15 minutos hubiese evitado el problema. Se da la circunstancia de que la N-603, paralela a la AP-61, ha gozado de amplia disponibilidad en este tiempo, incluso al día siguiente de Reyes, cuando la AP-61, AP-6 y AP-51 estaban cerradas. A ello se ha unido el caos informativo. La información de la página web de Tráfico -por cierto muy mejorable- no se correspondía con la información que proporcionaba la Guardia Civil y tampoco coincidía con la de Iberpistas. Muchos conductores se metieron en la boca del lobo gracias a la información errónea que se facilitaba en paneles o desde las instituciones.


No sé si la Delegación del Gobierno y el Ministerio de Fomento  han hecho en días previos y los días de autos el seguimiento del Plan de Vialidad Invernal, como hubiese sido su obligación, pero si lo han hecho su efectividad ha sido nula. Todo indica que era testimonial y sus medios reales no se corresponden con los teóricos. No se puede entender que en la “Y” de carreteras en la que han ocurrido los problemas, estos se hayan presentado en las autopistas AP6, AP51 y AP61, gestionadas por la concesionaria, y no en la N603 que discurre paralela a escaso metros de la AP61 y gestiona la Jefatura Provincial de Fomento -más cuando en otros temporales ha sido notorio que el mantenimiento de la N-603 era muy superior al de la AP-61, siendo más fácil mantener una carretera desdoblada que sin desdoblar ante episodios de nevadas-. La falta de medios y su aplicación en su justo tiempo para impedir el colapso puede ser la causa del desencadenamiento del resto de los problemas, lo que tendrá que investigar el Ministerio de Fomento y exigir la responsabilidad política el Congreso de los Diputados. La asistencia a los atrapados siguió las mismas pautas de improvisación, con una respuesta lenta e insuficiente que se prolongó más de 18 horas. Un desastre absoluto sólo compensado por la generosidad de los alcaldes y hosteleros de buena fe de la zona y la acción siempre generosa y consistente de la Guardia Civil. 



El pánico ha cundido también en los responsables de los dispositivos y en quienes ejercen la oposición o el control de la gestión. No es de recibo que se aproveche la situación para descalificar al que gestiona y sacar pecho de lo bien que lo hacen los suyos y lo mal que lo hacen los otros, como hizo el Grupo Municipal del PP en la ciudad de Segovia. Ya lo hizo Rajoy en 2004 con un episodio parecido en Burgos. Estoy seguro que estos días habrá sentido vergüenza ajena cuando se haya visto reflejado en aquellos episodios. En todo caso denota poca talla política y va buscando más el clientelismo que la necesaria vocación de servicio público que requieren estas situaciones.

El pánico se ha manifestado de forma evidente en la DGT. Su director nos ha dado todo un concierto de desatinos a la hora de anunciar la apertura de la AP-6 y el resto de autopistas el domingo posterior a Reyes. Las han abierto provisionalmente, las han cerrado tres horas más tarde, cuando era objetivo que el firme estaba prácticamente limpio -lo hemos podido comprobar perfectamente desde la N-603 a las 17:00h, por cierto en un excelente estado-, para volver a anunciar su apertura una hora después, en correspondencia con lo que anunciaban horas antes las predicciones del tiempo. Todo un dislate para los que en algún momento de nuestras vidas nos hemos encontrado al frente de situaciones muy similares. Para justificar la decisión no han tenido ningún problema en instrumentalizar la información proporcionada a las televisiones en su informativo de noche.

 Las disputas entre la concesionaria, Tráfico y Fomento son malas compañeras de viaje para resolver este tipo de problemas. Lo mejor que puede hacer un político en esas situaciones es dejarse llevar por los técnicos con experiencia. Y hoy el director general de Tráfico ha puesto de manifiesto una vez más las miserias del Ministerio del Interior, sin duda el más insolvente del actual Gobierno, y la incompetencia de quienes se han encontrado al frente de este operativo. El nombramiento de amiguetes siempre se acaba pagando, pero el problema es que lo sufren los ciudadanos, como hemos podido comprobar, aunque la desvergüenza y la osadía les lleve a culparles de sus propios desatinos, como hemos tenido ocasión de comprobar.  




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