Terminar el año
corriendo la San Silvestre es algo mágico, al menos para mí. Algo tan sublime
como las Campanadas o el Concierto de Fin de Año. Un motivo para encontrarse y
charlar con esos compañeros que a lo largo de los últimos doce meses te vas
encontrando en las rutas de running
de la ciudad de Segovia y su entorno, mi familia deportiva. Durante muchos años
he venido participando en la carrera de fin de año de mi ciudad, Segovia. Por
primera vez he faltado a la cita y he tenido la experiencia de correr la SanSilvestre Vallecana en Madrid junto a Sanisan y José Manuel, el trío de amigos
que de vez en cuando nos hacemos una escapada para correr diferentes carreras
en la geografía española. Una experiencia distinta. En la que los 10 kilómetros
de recorrido entre el estadio Santiago Bernabéu y Vallecas están repletos de
majestuosidad.
El recorrido es
cómodo y rápido. Tras los 200 metros iniciales de fuerte subida por Concha
Espina, el descenso es continuo prácticamente hasta el cruce de la M-30 y el
inicio de la Avenida de la Albufera, allá por el kilómetro siete y medio. El
toque singular de la carrera vino por el fuerte chaparrón que nos cayó a pie
quieto durante 20 minutos en la cuenta atrás para la salida de la segunda ola
de participantes en la que me encontraba. La lluvia nos acompañó en la carrera
hasta la Puerta de Alcalá, pero en este caso ya formaba parte de paisaje y
hasta se agradecía. No así el agua acumulada en algunas partes del recorrido
que pronto se hizo sentir en el crujir de las zapatillas y en la humedad
acumulada en los calcetines que poco a poco rezumaban el agua sobrante.
El recorrido
tiene dos ambientes. El de salida y recorrido hasta Atocha, y el posterior
hasta llegar a la meta en la calle Candilejas en Vallecas. El primero es frío y
sus seguidores se asoman al paso de la carrera ante la impresionante marea
humana de azul que surca las calles de Serrano, Alcalá y el Paseo del Prado; a
partir de Atocha la cosa cambia. El calor popular se siente con las voces de
ánimo que llega desde la subida por la avenida de La Albuera y las calles
adyacentes a la meta en Vallecas. El barrio se vuelca en lo que siente como su
carrera de fin de año. En Vallecas casi me sentí como en Segovia. Un ambiente
muy especial que rompe lo impersonal de la gran ciudad.
En la San
Silvestre Vallecana coexisten también dos carreras. Por una parte la popular, y
por otra la de todos aquellos que buscan su marca. Los 42.000 participantes de
este año están formados por una inmensa mayoría que sale a no competir y a
concluir la carrera disfrutando del ambiente y de lo monumental del recorrido
por las emblemáticas calles de Madrid. El ganador hizo un tiempo algo superior
a 31 minutos, mientras que la inmensa mayoría superó la hora en el recorrido.
Nosotros, los segovianos, lo hicimos en 56 minutos, gracias una vez más a mi
honorable contribución en los últimos tres kilómetros, pero somos un equipo
solidario y José Manuel siempre nos entrega como mínimo 15 minutos de su tiempo
como señal de amistad. Tengo la sensación que nadie como él disfruta del
ambiente de carrera. En esta carrera llama también la atención el gran número
de corredores populares que se van incorporando en diferentes puntos del
recorrido. Tal es así que en algún momento uno hasta se llega a plantear la
baja forma en la que se encuentra cuando llegas a alcanzar a corredores que
objetivamente tienen muchas dificultades para marcar un ritmo al menos como el
tuyo. La organización, 150 metros antes de la meta, tiene prevista una “salida”
para todos aquellos que no llevan dorsal, bien porque no quieren o no pueden
pagar los 25€ de la inscripción. Todo un detalle que contribuye a popularizar
la carrera.
La organización
de la carrera fue muy buena. Mejor la salida que la llegada, pero en todo
momento perfectamente señalizada y asistida. Para aquellos que nos desplazamos
a correr la carrera desde otras localidades distintas a la de Madrid se echa en
falta la orientación para poder disponer de una guía que te permita elegir la
mejor combinación de transporte, más teniendo en cuenta el día que es, la
necesidad de llegar en hora a la cena familiar y el obligatorio uso del
automóvil. Nosotros hicimos el recorrido desde Segovia. Optamos por dejar el
coche en la estación de Aravaca. La carrera comenzó a las 17:45 horas. A las
21:00 estábamos de vuelta en Segovia. Valió la pena, sin duda, pero no nos dio
tiempo a tomar las cañas de rigor. El próximo año volveremos a Segovia, si no
hay causa mayor que lo impida, y no descartamos hacer doblete: por la mañana en
Navacerrada y por la tarde, la nuestra, por las calles de Segovia. Y un
consejo, si me lo permiten, disfruten del tiempo libre y relájense caminando y
corriendo por las calles y caminos de
Segovia, disfrutando de su paisaje. Los
problemas se verán de otra manera y la salud se lo agradecerá. ¡Feliz 2018!
No hay comentarios:
Publicar un comentario